Más allá de la técnica – 1
Hoy, cuando se adentra uno en el mundo fotográfico, se piensa primordialmente en la calidad técnica de la imagen pero ésta por sí sola no garantiza un buen resultado. No se pretende con lo dicho restar nada de la importancia que tiene. La perfección técnica es solo una parte de lo que se necesita para conseguir un adecuado discurso visual. Como discurso visual se hace referencia a lo que un determinado fotógrafo nos transmite con su tema y estilo.
Quedarse solo con la cuestión técnica supone perdernos, en la mayoría de los casos, lo más importante de cualquier imagen. Cuando una fotografía nos despierta algo, cuando nos evoca o hasta nos provoca, la técnica que se ha utilizado y el grado de sofisticación en la definición de los detalles logrados pueden quedar relegados a un segundo plano con respecto a su sentido y lenguaje utilizado. Por el contrario, si hablamos de fotografía para la industria en el que el mensaje es el propio producto entonces la técnica debe ser lo más depurada a la hora de mostrar las bondades de lo fotografiado.
Uno puede prescindir de la esclavitud de la precisión técnica si ésta no es posible por condicionantes adversas durante la toma u otras limitaciones para transmitir lo que se desea ya que lo importante es que la idea aporte lo necesario para que la fotografía cumpla su función. Solo es buena si te comunica.
Imaginemos un texto que nos relata cualquier tema, científico, novela, ensayo, etc. ¿Qué sería de el si no se le prestara atención solo porque la caligrafía o el tipo de letra utilizado no es de nuestro agrado?. ¿Qué necesidad se tiene de mirar una fotografía de dos metros de grande a veinte centímetros de distancia?. ¿No se puede hacer una buena fotografía con una cámara modesta?. Si este es únicamente el criterio evaluativo es que algo falla. Si, de acuerdo, hay que hacerlo para escrutar algunos detalles técnicos, pero si uno solo busca eso…
Una imagen que solo sea visualmente agradable hoy pasa inadvertida y llega a aburrir dado lo sobre saturado que estamos de ellas. Por parte del autor/a hay que aportar más y por parte del espectador hay que aprender a observarlas pues no es lo mismo ver que observar. Para ver solo necesitamos estar frente a la fotografía y al apreciarla deducir si gusta o no gusta. Al observarla detenidamente, si tenemos un mínimo de formación, descubriremos sus matices, si los tiene. En muchas ocasiones el observador detecta detalles o mensajes que ni el mismo autor se habría percatado de ellos.
El argumentar «yo no quiero decir nada» aun siendo cierto, al observador le surgirá una interpretación. Es como si se anunciara una charla y el conferenciante se pusiera en el atril y ante el público se quedara en silencio. Éste no diría nada pero los demás empezarían al poco tiempo de estar en silencio a interpretar ese silencio con los argumentos que a cada uno le provocaría como «este nos está tomando el pelo», «es un artista», «este esta loco», etcétera, incluso habría quien le silbara. Hay que tener en cuenta que siempre hay una respuesta por parte del interlocutor, si no se evalúa esto es porque se desconoce la fuerza de la comunicación visual. Tan importante es lo que se dice como lo que cada observador interpreta, incluso se dice que una obra deja de pertenecer al autor en el momento que se expone al público.
Las imágenes se cargan de signos interconexionados entre si por el autor y éstos al ser expuestos son interpretados por quien las ve y, como señala Philippe Dubois (El acto fotográfico – 1983 – Paidos), las fotografías, “no tienen significación en sí mismas, su sentido es exterior a ellas…. La fotografía no explica, no interpreta, no comenta, … simplemente muestra”. El observador siente, interpreta.
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Para algunas personas, cuando el discurso del autor no conecta con ellas, suelen decir que «esta foto no transmite», «no dice nada» y con todo el respeto que merece una opinión debería decirse, «A MI» no me dice nada. ¿Sabemos cuantos modos de ver, de sensibilidades, culturas y otros factores hay que pueden hacer que una imagen interese a unos si y a otros no?. Cuanto mayor sea el conocimiento sobre el lenguaje visual más fácil será determinar el discurso, si está bien argumentado y coincidir con otras personas en su juicio. Pero, a pesar de todo, sobre algo tan elemental como el «me gusta», «no me gusta», no se debe discutir y no se puede imponer. Un juicio peyorativo se emite cuando existen diferencias entre lo que se ve y lo que se espera ver y esto sucede por no presentarse ante la imagen lo más libre de prejuicios posible ya que totalmente libre es imposible. Accedemos con unos patrones adquiridos a lo largo de nuestra vida y solo vemos lo que coincide con alguno de ellos, es por esto que es necesaria una adecuada formación para así adquirir muchas referencias y poder entender.
Los métodos no aparecen por ciencia infusa, se requieren conocimientos. Aquí «NO TODO VALE» envolviéndose en la capa de lo artístico. Un artista cualificado ha adquirido un saber a base de estudios y ver mucho; ha practicado mucho lo que se representa en su obra. A ninguno de ellos se les reconocerá si no se es capaz de comunicar. El conocimiento de la técnica es solo el primer e imprescindible paso para comenzar a andar, quedarse ahí es limitarse a una cuestión mecánica que en la mayoría de los casos, en la fotografía, nos viene regalada desde Japón incluida en la propia cámara.